¡El deseo de Dios para su pueblo santo
es que disfruten oír su voz en una
conversación diaria y consistente!
es que disfruten oír su voz en una
conversación diaria y consistente!
Dios desea hablarte como si estuvieras sentado cenando con él. ¡Él quiere conversar contigo, corazón a corazón, sobre cualquiera y todos los asuntos! La Biblia dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20).
Este versículo ha sido mal aplicado a los no salvos. Hablamos de Jesús parado a la puerta del corazón del pecador, buscando entrar. No - ¡es al creyente que Cristo está hablando!
El contexto muestra que Cristo está hablando a aquellos que están vestidos con vestiduras blancas (la justicia), que han comprado oro probado en el fuego, cuyos ojos están ungidos (teniendo revelación), que son amados, reprobados y castigados (vea los versículos 15-19). Éstos están arrepentidos, pueblo santo ¡que quieren conocer la voz de Dios!
Cuando leí y releí el versículo 20 de este pasaje, tres palabras siguieron resaltando para mí: “¡Abre la puerta! ¡Abre la puerta!” Y el Espíritu de Dios habló claramente a mi corazón: “Israel, la razón por la que no me has oído cuando quiero ser oído, ¡es porque no estás abierto totalmente en tu espíritu para oír!”
Ahora, sabemos teológicamente que Jesús mora en nuestro corazón. Pero la mayoría de nosotros guarda un pequeño lugar en nuestro corazón que nunca abrimos al Señor. Éste es el trono de nuestra alma, el mismo centro de nuestro ser - nos hace la persona que somos. Y de él saltan todas nuestras emociones.
Éste es el cuarto al que Jesús viene, golpeando, llamando. Él está diciendo que hay una puerta cerrada entre tú y él – algo que está bloqueándole la entrada.
Esta puerta, como yo la veo, representa un compromiso - uno que muchos cristianos no han hecho todavía completamente. La mayoría de los creyentes oran: “Señor, todo lo que necesito es un pequeño consejo, unas cuantas palabras de dirección - un recuerdo de que me amas. Sólo déjame saber si estoy haciendo bien o mal. ¡Ve delante de mí y abre las puertas!”
Pero Jesús nos contesta: “Si todo lo que quieres de mí es dirección, puedo enviarte un profeta que te la dé. Si sólo quieres saber dónde ir y qué hacer, puedo enviarte a alguien y puedes filtrarlo todo a través de él. ¡Pero estás perdiéndome!”
La verdad es que, ¡Jesús quiere más! Él quiere tu cercanía, tus emociones más profundas, tu cuarto cerrado. Quiere sentarse contigo y compartir todo lo que está en su corazón - hablar contigo cara a cara. ¡Quiere estar en intimidad contigo! ¡Está pidiendo una cena para dos!
Apocalipsis 3 es un cuadro maravilloso de esto. Habla de amor e intimidad, de compartir secretos, de voz tierna. Cristo está diciendo aquí: “Quiero compartir mi corazón contigo. Quiero que conozcas mis caminos, para que cada pensamiento que pienses sean mis pensamientos. Quiero que mi voz emerja más y más en tu corazón – ¡hasta que tu misma mente sea la mente de Cristo!”
Está parado a la puerta, golpeando, pidiendo un compromiso - un paso de fe que diga que abrirás tu corazón, alma y mente a él. Esto no puede suceder a través de emociones o sentimientos. Más bien, debe ser a través de un compromiso de fe que diga: “Jesús, me comprometo contigo, no por respuestas, no por dirección. ¡Abro la puerta de mi todo a ti!”
Cuando Jesús entra, trae comida, pan - en otras palabras, él mismo. Y cuando te alimentas con él, ¡estarás completamente satisfecho!
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