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domingo, 9 de enero de 2011

CREYENDO EL AMOR DE DIOS


En las últimas semanas el Espíritu Santo ha estado llevándome a orar por una mayor comprensión del amor de Dios hacia mí. Después de leer 1 Juan 4:16, comprendí cuán poco sabía acerca de vivir y caminar en el amor de Dios. Juan escribió en su epístola: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.” 


Creo que la mayoría de los cristianos saben del amor de Dios hacia ellos sólo teológicamente. Han aprendido en las Escrituras sobre el amor y lo han oído predicar – y todavía su comprensión está limitada a una línea del coro infantil: “Jesús me ama, esto sé, la Biblia dice así…” 

Decimos que creemos que Dios nos ama, al mundo y a los perdidos. ¡Pero es una fe abstracta! No muchos cristianos pueden decir con autoridad, “Sí, sé que Jesús me ama - porque tengo una comprensión de lo que es su amor. Yo lo he percibido - vivo en él. Es el fundamento de mi diario caminar.” 

La vida diaria de la mayoría de cristianos, sin embargo, no es una de andar y creer en el amor de Dios. En vez de eso, viven bajo una nube de culpa, temor, y condenación. Nunca han sido realmente libres – nunca han descansado en el amor de Dios por ellos. Pueden estar sentados en la iglesia, levantar sus manos y regocijarse - pero llevan con ellos un equipaje secreto en todo tiempo. Nunca ha habido un momento cuando fueron totalmente libres de un sentido continuo de realmente no agradar al Señor. Se dicen a sí mismos, “Algo me está faltando - no estoy creciendo. ¡Algo está mal!” 

Escuche las palabras de Pablo: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó” (Efesios 5:2) El apóstol instó a los Efesios, “Jesús de verdad los ama - ¡así que caminen como uno que es amado grandemente por Dios!” 

He oído las confesiones de muchos cristianos más “viejos” - personas que han caminado con el Señor por treinta o cuarenta años - quienes confiesan que nunca conocieron el gozo de ser amados por Dios. Parecían felices y contentos exteriormente - pero, dentro, arrastraban siempre cargas pesadas de dudas y temor. Creo que estos hermanos y hermanas simplemente no entendieron, en lo profundo, el amor que Dios tiene por ellos. ¡Nunca experimentaron la paz que, conociendo el amor de Dios, trae al corazón!

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