Después de setenta años de cautividad, el pueblo judío oyó el grito del profeta “Salid de Babilonia, huid;” (Isaías 48:20).
Jeremías salió predicando: “en aquellos días y en aquel tiempo… vendrán los hijos de Israel, y los hijos de Judá juntamente; e irán andando y llorando, y buscaron a Jehová su Dios. Preguntaran por el camino de Sión, hacia donde volverán sus rostros… huid de en medio de Babilonia (Jeremías 50:4-5,8). “Huid de en medio de Babilonia, y librad cada uno su vida, para que no perezcáis a causa de su maldad” (Jeremías 51:6).
Solamente 42,000 hombres y sus familias salieron de Babilonia. Ellos regresaron a Jerusalén con lloro y gran ruego. Allí, ellos repararon el altar e instituyeron los sacrificios diarios.
¡Aquí tenemos un cuadro de un pueblo que salió completamente de la corrupción e idolatría del mundo! Ellos se volvieron al Señor con todos sus corazones, separándose para Dios. Este pueblo representa a los justos de hoy, el remanente santo que ha salido de la religiosidad muerta y de todo lo que una vez impidió su crecimiento espiritual.
Sin embargo, la meta de Dios para los israelitas tanto como para nosotros hoy - nunca ha sido únicamente la separación del mundo. Tú puedes haber salido de un sistema eclesiástico babilónico muerto, algo que ha traído muerte a tu alma. Quizá alguna vez viviste una vida doble - tu mente corrompida y tu crecimiento en el Señor obstruido ¡Pero después tu oíste un llamado!
Dios estaba despertándote. Tú anhelabas estar entre cristianos con un mismo sentir, ¡y Dios te saco! Ahora puedes decir: “Yo creo que estoy creciendo, porque tengo un corazón para Dios. ¡He sido separado del mundo!”
Sin embargo, no es suficiente decir, como los judíos lo hicieron en Israel, ¡Lo hemos logrado! Esta es la meta final del Señor para nosotros. Estamos separados del pecado; hemos salido de Babilonia. ¡Ahora estamos entregados completamente a Dios!
Ves, mientras ellos decían esto, el testimonio de Dios yacía en ruinas. El templo representaba el testimonio de Dios en la tierra. Cuándo todas las cosas fueron ordenadas conforme al propósito y al plan de Dios, el templo fue bendecido con la presencia de Dios. Personas tales como la reina de Saba vino y vio a Salomón ir al templo. ¡Solo la experiencia de esto la dejo sin aliento! ¡Tales personas tenían gran reverencia y pavor por el Dios de Israel! Pero el pecado hizo que la presencia de Dios dejara el templo ¡Cada vez qué el pecado entraba, la gloria se retiraba y el templo entraba en decadencia!
Cuando Dios mandó a Israel salir de Babilonia, Él no solo quería que ellos huyeran de aquella sociedad y ciudad corrupta. ¡Él los llamó a ir a Jerusalén para levantar un testimonio - a restaurar y construir Su casa¡ Ese fue su primer llamamiento: ¡Vayan a Jerusalén y edifiquen Mi casa! ¡Tomen mis intereses sobre ustedes primero¡
Dios había despertado los corazones de los ministros, lideres, el sumo sacerdote Josué y Zorobabel el príncipe. Ellos trabajaron con gran vigor pero cuando la oposición vino, ellos comenzaron a desanimarse. Por dieciséis años el templo permaneció ignorado. Y miles de excusas vinieron a sus mentes porque ellos no pudieron continuar la obra de Dios.
0 comentarios:
Publicar un comentario