El pecado hace que los cristianos lleguen a ser cobardes que viven en humillante derrota. No pueden levantarse con valor contra el pecado a causa del pecado secreto en sus propias vidas. Ellos excusan los pecados de otros a causa de la desobediencia en sus propios corazones y no pueden predicar victoria porque ellos viven en la derrota. Algunos de ellos supieron una vez lo que era vivir victoriosamente, tomando la venganza contra el pecado, habiendo cumplido la rectitud de Cristo en sus propias vidas.
Experimentaron el poder, el valor, las bendiciones que vienen a los que son obedientes al Señor. Hoy son solo una sombra de lo que antes fueron. Ahora cuelgan sus cabezas en vergüenza, incapaz de mirar el mundo a los ojos, víctimas del pecado que gobierna sus vidas. Un pecado asediante les ha robado de su vitalidad espiritual y un enemigo tras otro es levantado contra ellos.
Miraba yo la vida de un evangelista una vez poderosamente usado ahora trabaja vendiendo automoviles (lo leí en la internet). Él una vez se paró en el púlpito como un predicador poderoso del Evangelio y muchos se convirtieron a través de su ministerio. Se convirtió en un adúltero, dejó a su esposa y se fue con su novia. En apenas unas 2 semanas, él perdió todo.
¡Ese ministro es ahora tan solo un esqueleto de si mismo, verle abatido y con ojos de tristeza, es lastimoso! Vi una fotografia de él actualmente. Estoy seguro que vive en temor constante y pasa noches insomnes pensando en lo que pudo haber sido. Sus ansiedades lo han enfermado físicamente. Él se ha arrepentido de su pecado, pero no puede deshacer el pasado. Dios perdona, pero las personas no.
Un joven de dieciséis años me confesó, “tengo relaciones sexuales con mi novia. He estado leyendo lo que la Biblia dice acerca de la fornicación y el adulterio y ahora tengo miedo. Me preocupo que Dios me tendrá que juzgar si la Biblia es verdad. Lo sigo haciendo y estoy lleno de temor, sentimientos de culpa y preocupación. Parece que hay dos personas dentro de mí - una buena y la otra mala. Tengo miedo que la persona mala en mí sobrecoja a la persona buena y que Dios se tendrá que dar por vencido en cuanto a mí. ¿Cómo puedo cerciorarme que la persona buena en mí obtenga la victoria?"
Tanto el ministro como el joven han sido vencidos por sus enemigos de la culpa, el temor y la depresión. Son víctimas, derrotados y humillados por enemigos invisibles que amenazan con destruirlos. El pecado siempre trae a los enemigos. El pecado debilita toda resistencia; convierte a guerreros en debiluchos. La lujuria concibe, entonces trae el pecado, y el pecado trae al enemigo para destruir.
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