David tenía enemigos. Ellos eran los filisteos, los amoritas, los Sirios y otros enemigos que estaban contra Israel. Cuándo David estaba bien con el Señor y en buena fraternidad, ninguno de sus enemigos podía pararse ante él. Él los mató por las decenas de miles y su nombre era temido en cada campamento enemigo. Pero cuando David pecó y se distanció del Señor, sus enemigos crecieron en bravura y triunfaron sobre él. El pecado hizo que perdiera su valor y confianza, haciéndolo débil ante todos sus enemigos.
El pecado de adulterio de David le siguió inmediatamente a una de sus más grandes victorias. La guerra amonita-Siria fue una de batallas más grandes de Israel. David reunió a toda Israel, pasó con ellos sobre Jordán y batalló en Helam. Los sirios huyeron ante Israel - setecientos carruajes fueron destruidos, cuarenta mil hombres de a caballo fueron eliminados y todos los reyes aliados con los Amonitas y Sirios huyeron.
El capítulo sobre esta gran batalla cierra diciendo, “… hicieron las paces con Israel y les quedaron sometidos.” (2 Samuel 10). Este gran hombre de Dios, asoleándose en la gloria de su victoria más grande, comienza a desear a Betsabé, mata a su marido Urías y comete adulterio con ella. “Pero esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos de Jehová.” (2 Samuel 11:27).
Así que el Señor envió al profeta Natán a David. El profeta no vino a aconsejar David sobre cómo manejar su culpa y condenación. El no le ofreció al rey un ungüento para su conciencia golpeada. Mas bien, Natán fue al corazón del asunto. “Usted es el hombre. Usted ha despreciado el mandamiento del Señor. Usted ha hecho mal ante los ojos del Señor. Eres culpable de pecado secreto.”
Muchas veces te vas a encontrar en esa misma situación, dejando atras la sombra de las visctorias pasadas, su gloria y esplendor no es nada frente a tu pecado presente, el enemigo se levanta para acusarte, sólo te queda venir a los pies de Cristo, así como David que busco el perdon de Dios y él tuvo misericordia de su Siervo, recuerda que Dios es tardo para la ira y pronto para la misericordia. Ven a sus pies y deja ir el pecado de ti.
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