A un hombre tras su propio corazón, Dios tuvo que decir, “Así ha dicho Jehová: "Yo haré que de tu misma casa se alce el mal contra ti…” (2 Samuel 12:11). Poco después su amado hijo Absalón se vuelve contra él y David huye por su vida al desierto. ¡Qué vista tan lastimosa!
“David subió la cuesta de los Olivos, e iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que traía consigo cubrió también cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían.” (2 Samuel 15:30).
Este hombre lloroso, descalzo y quebrantado ¿es el mismo gran rey que, apenas meses antes, había derrotado dos poderes mundiales? ¿Qué lo convirtió en un hombre débil, impotente y cobarde que huyó ante el enemigo? ¡Fue el pecado - nada más! Como Sansón, David fue cortado de su valor y poder porque él se desplomó ante la debilidad de su carne.
De repente los enemigos de Salomón cayeron sobre él. “Jehová suscitó un adversario a Salomón: Hadad, el edomita, de sangre real, que estaba en Edom.” (1 Reyes 11:14). No solo un enemigo sino dos: “Dios levantó también como adversario… a Rezón… aborrecía a Israel…” (1 Reyes 11:23-25). El pecado y el compromiso debilitaron tanto a este rey poderoso que hasta sus sirvientes se convirtieron en enemigos. "También Jeroboam… siervo de Salomón,… alzó su mano contra el rey. (1 Reyes11:26).
Ni un solo enemigo de Israel podía pararse ante ellos cuando esa nación hacia lo recto ante Dios. Sus enemigos huían aterrorizados ante la mención de su nombre. Los corazones de los enemigos se “derretían como cera” cuando los ejércitos victoriosos de Israel iban a la guerra, con banderas ondeando. Pero cuando Israel pecó, aún sus enemigos más débiles prevalecieron contra ellos. Acan cometió un pecado maldecido y el ejército minúsculo de Ai hizo correr a Israel en humillación y en derrota.
Escucha la oración de Salomón en la dedicación del templo y pronto descubrirás que todo Israel estaba enterado de lo que lo hacia victorioso y lo que traía la derrota sobre ellos.
“Si tu pueblo Israel es derrotado delante de sus enemigos por haber pecado contra ti,… Si pecan contra ti (porque no hay hombre que no peque), y tú, airado contra ellos, los entregas al enemigo,…” (1 Reyes 8:33,46).
Todo lo que Israel tenía que hacer para mantener las bendiciones del Señor era “escuchar diligentemente los mandamientos del Señor, amar al Señor y servirle con todo tu corazón y alma.” Dios les prometió bendiciones más allá de lo que podrían imaginarse. Dios les prometió “Nadie se sostendrá delante de vosotros; miedo y temor de vosotros pondrá Jehová, vuestro Dios, sobre toda la tierra que piséis…” (Deuteronomio 11:25).
A Israel le fue dicho, “Mirad: Yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición, la bendición, si obedecéis… y la maldición si os apartáis del camino…” (Deuteronomio 11:26-28).
El pecado trae su propio juicio, el pecado de Absalon trajo su propia caida, el pecado es enemistad con Dios y separados de Dios nada podremos hacer! David volvió arrepentido y Dios fue misericordioso con el. Levántate, no serás derrotado por el enemigo, el Señor dice que el diablo no puede tocarte, el dice "si yo estoy contigo ¡¿Quién contra ti?!
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