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martes, 27 de julio de 2010

LA VERDADERA RECOMPENSA DE LA ENTREGA


¿Cómo reacciona el justo cuando es rechazado, echado fuera, apedreado? Jesús reaccionó, como un cordero no abrió su boca. No pidas fuego del cielo sobre aquellos que abusan de ti. ¿No sería mejor dejar que los defrauden? (1 Cor. 6:7). Si nos maldicen, bendecimos; si nos persiguen, lo soportamos;(1 Cor. 4:12). Ora por los que te usan despiadadamente.
 
No tengo tiempo para profetas arrogantes, con estilo propio que pelean o amenazan o echan maldiciones a diestra y siniestra. Cuando Semei estaba sobre en el monte tirándole piedras a David mientras retrocedía de Jerusalén y de Absalón, el capitán del ejército dijo, ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey?Dejadle que maldiga, que Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová a mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy. (2 Sam. 16:6, 9-10, 12).

Moisés se entregó por completo - subió la montaña - apartado con Dios, Y su rostro resplandecía. Y aunque los demás podían verlo, tanto así que el tuvo que ponerse un velo sobre su rostro, él mismo no sabía que su rostro resplandecía (ver Éxodo 34:29). Él ni siquiera se daba cuenta del reflejo de la santidad de Dios sobre él. Como Esteban, Moisés no estaba ostentando del toque de Dios en su vida. Ellos no tomaron aires de profeta. Ellos no amenazaban; ellos no hablaban de tener revelaciones nuevas o especiales. No pusieron cara de inmutables o mostraron piedad falsa. Humildad es la marca del alma que depende totalmente en Cristo. No existe orgullo espiritual en absoluto, ¡ninguna exclusividad!

¿Cuál es la recompensa? ¡Tener a Cristo de tu parte! Existen muchos otros premios por entregarse por completo, pero menciono solo éste porque es todo lo que necesitaremos. Pablo fue encarcelado en un castillo en Jerusalén con todo el sistema religioso deseando matarlo. La iglesia estaba escandalizada. Él fue acusado de contaminar el lugar santo, de predicar falsa doctrina. Hasta los soldados temían que Pablo fuera hecho pedazos; así que lo llevaron a la fuerza y lo encarcelaron en un castillo. Y la noche siguiente, presentándosele el Señor, le dijo: Animo, Pablo; que como has testificado de mí en Jerusalén, así es menester testifiques también en Roma. (Hechos 23:11).

El Señor mismo le habló a Pablo - ¡no un ángel! ¡Y qué palabra: Animo! ¡Viene más! ¡Pero tú puedes enfrentar cualquier cosa y a cualquiera si sabes que el Señor está a tu lado!

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