Jesús se manifiesta cuando el barco parece estar hundiéndose. Así como él hizo para sus discípulos, él se aparece en medio de nuestra tempestad, caminado sobre las olas. El viene a nosotros cuando estamos en el horno ardiente, como hizo con los niños hebreos. Y está con nosotros cuando somos lanzados en la guarida de los leones, como él estaba con Daniel. Verdaderamente, su fuerza nos es dada mayormente en nuestros tiempos de debilidad. Pablo testifica, “Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2 Corintios 12:9).
Como David, muchos de nosotros añoramos el escape cuando estamos pasando por tiempos de temor y fatiga. Queremos escabullirnos a algún lugar que este muy lejos de la gente, lejos de nuestros problemas, batallas y luchas, donde las cosas estén calladas y pacíficas. Y así que algunos se vuelven hacia dentro o se entumecen mirando la televisión, viviendo en desanimo constante, a punto de rendirse ante la batalla en vez de confiar en que Dios les ayudara a atravesarlas.
Más, es precisamente en nuestros tiempos de lucha que encontramos la siguiente ley de la naturaleza:
El descuido paraliza todo desarrollo espiritual. Si usted descuida plantas o animales, privándoles de agua y alimentos nutritivos, la muerte empieza. Trate de manejar por casi cualquier vecindario suburbano, y verá patios hermosamente plantados, céspedes verdes, y flores y plantas de colores. En fines de semana especialmente, usted puede ver a los propietarios en sus patios, regando, recortando, arreglando y fertilizando.
Pero entonces se topa con una casa fuera de lugar que rompe con el paisaje hermoso. Todo esta fuera de control: el césped está creciendo salvaje y marchitándose, y hierbas altas han brotado por todas partes, estrangulando la vida. Todo refleja muerte, y la escena entera grita, “¡Descuido! ¡Pereza! ¡Vagancia!”
Salomón describe justamente tal cuadro: “Pasé junto al campo del hombre perezoso, junto a la viña del hombre falto de entendimiento; y vi que por toda ella habían crecido los espinos, ortigas habían cubierto la tierra y la cerca de piedra ya estaba derribada. Miré, y lo medité en mi corazón; lo vi, y aprendí la lección: Un poco de sueño, dormitar otro poco y otro poco descansar mano sobre mano: así te llegará la miseria como un vagabundo, la pobreza como un hombre armado.” (Proverbios 24:30–34).
Salomón nos dice, “todo había sido malgastado por descuido completo. Vi de primera mano lo que sucede cuando uno es perezoso, y lo tomé a corazón.” Esta lección aplica igualmente a descuidar la Palabra de Dios y la oración. Si usted se relaja en cuanto a la comunión dulce con el Señor y tiempo precioso en su Palabra, usted pronto será atraído al tirón de la carne. Y el tirón del descuido es hacia abajo. Nadie es más difícil de despertar que un cristiano tibio que ha sido tirado hacia abajo por su descuido.
Estimado santo, su Biblia es puro “fuego al corazón.” Si usted lo descuida, encontrará que su alma se marchita. Pero si usted atiende su alma regularmente con este “alimento milagroso,” regresara repleto de fuerza y vida.
Permítame aclarar una vez más para quien es este mensaje del Espíritu Santo. Es dirigido no a los pecadores, sino a los vencedores creyentes: a usted y a mí. Oigo el Espíritu diciendo, “Israel, amante de Cristo, predicador de la Biblia — le dices a otros acerca de cómo tu vida y ministerio fueron cambiados por la oración. ¿Pero has descuidado mi Palabra? Si no tomas seriamente lo que tengo que decirte e ignoras el naufragio de los negligentes alrededor tuyo, experimentarás el lento tirón hacia la pereza. Un estupor imperceptible y de gravitación comenzará en tu espíritu, y te girará hacia la tibieza.”
No cometas error: este mensaje no es acerca del legalismo sino acerca de responsabilidad personal. Pablo habló con Timoteo sobre este mismo asunto, instruyendo a su joven encargó: “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. (1 Timoteo 4:13–16).
Pablo habla aquí, por supuesto, acerca de leer Palabra de Dios. Y él le esta diciendo a Timoteo, “Ponle atención, medita en ella, ofrécete enteramente a ella.”
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