“… porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais.” (Gálatas 5:17).
Una guerra interna aun ruge dentro de nosotros. Cada cristiano puede decir, “Yo se que Dios me ama. Lo conozco como mi Padre, y yo se que soy su hijo. Yo se que soy justificado a los ojos de Dios, y tengo acceso a mi Señor. Pero aun hay una guerra dentro de mí. Aun lucho contra pensamientos carnales, contra horribles tentaciones. Y esta guerra nunca parece terminar.”
Amado, esta guerra es una realidad para cada cristiano. Pensamos cosas que no son dignas de Cristo. Miramos cosas que no debemos, somos tentados por cosas que no debiéramos ser tentados, escuchamos cosas a las cuales no debemos prestar oído. Y todo esto nos hace sentir indignos e impuros.
Estas batallas pueden ser tan intensas y tan frecuentes, que a veces sentimos como que estamos perdiendo la guerra. Hasta el apóstol Pablo se sintió así, gritando en angustia: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Sin embargo, en contesta a nuestro clamor, el Espíritu Santo viene con verdad que trae consuelo: “No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla.” (1 Corintios 10:13).
En resumen, Pablo dice, tú estas peleando la misma guerra que es experimentada por santos piadosos por todo el mundo. Tu prueba no es algo peculiar o especifico a ti. El apóstol Pedro nos asegura también: “Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera.” (1 Pedro 4:12).
“… porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4).
La razón por la cual tu carne se ha levantado – la razón por la cual Satanás te ha inflamado—es porque tú has invitado al Espíritu dentro de ti y que tome control. Es tan simple como eso: tú estas siendo tentado porque el Espíritu ha estado haciendo cosas maravillosas en ti. Y su obra ha despertado la ira de Satanás.
Cierto, que tu carne es enemistad contra el Espíritu. Pero el Espíritu Santo es más que vencedor sobre tu carne. Nosotros sencillamente tenemos que darnos cuenta que esta batalla nunca va a terminar en nuestra vida. Por eso es que Pablo nos da estas palabras: “(Dios) juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla.” (1 Corintios 10:13). Aquí otra vez esta la verdad del Espíritu Santo que nos trae consuelo: Tenemos un escape de cualquier temor de ser vencidos.
Esta verdad nos muestra tres cosas importantes, cosas que debemos pedirle al Espíritu que nos recuerde:
“Mi guerra interna es una lucha común para todos. Por lo tanto, no voy a tragarme la mentira de que soy un extraño, impuro hijo de Dios.”
“Debo siempre estar conciente – debo mantener un sentir continuo – que Dios me ama tanto que el me ha dado su propio Espíritu. El es tan tierno y se preocupa tanto por mi, que el ha enviado el Espíritu Santo para que pelee mis guerras. El Espíritu no ha venido como algún espía, investigándome para encontrar iniquidad. El solo tiene mi bien, mi beneficio, en mente.”
“Debo echar fuera toda condenación. Tengo que pedirle al Espíritu que traiga a mi mente las palabras de Pablo: ‘Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.’ (Romanos 8:1).”
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