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jueves, 18 de junio de 2009

Aprendiendo a pedirle a Dios


Una de las experiencias más emocionantes de la vida cristiana es la oración contestada por Dios. Esta nos aumenta la fe y la confianza que hemos puesto en nuestro Señor Jesucristo; y nos capacita para esperar pacientemente en él, cuando le hacemos nuestra petición.

Lo lamentable del caso es que algunos creyentes, por alguna razón, no pueden disfrutar la bendición de ver sus peticiones hechas realidad; por lo que normalmente tienden a desanimarse y dejan de orar, de asistir a las reuniones y hasta se vuelven al estado de vida perdida que tenían antes de conocer al Señor.

Existen varios motivos que pueden detener la contestación de la oración, y vamos a exponer brevemente los más importantes de ellos:

1.- Nuestra vida delante de Dios tiene pendiente algún pecado que aún no ha sido confesado y por lo tanto la deuda no ha sido perdonada.

Hay varios casos que se registran en la Biblia sobre este punto, aunque el Señor en Su soberanía, también puede bendecirnos sin que lo pidamos o antes de que nos arrepintamos. Por ejemplo: lo hizo con la humanidad perdida: “Más Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros” , Romanos 5:8

El caso de la mujer atrapada en el acto mismo de adulterio (Juan 8:2-11)

La mujer Samaritana (Juan 4:1-42)

Resucitó al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11-16)

Sin embargo el hecho de que Dios sea bondadoso y “hace salir el sol sobre todos, sean malos o buenos; y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45), no quiere decir que Dios no esté buscando nuestra santificación y nuestra obediencia absoluta a él, para que podamos vencer las tentaciones que el maligno nos pone y vivir la vida plena y victoriosa que Cristo nos ha dado.

De hecho, una manera que Dios usa para que sus hijos nos demos cuenta que no podemos jugar con el pecado, es limitar las contestaciones a nuestras oraciones; porque si Dios nos respondiera siempre, sin importar si estamos o no en pecado, entonces nunca tomaríamos en serio el pecado y sus consecuencias. La Biblia dice:

“Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace Su voluntad, a ése oye” (Juan 9:31).

“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado Su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios; y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2)

Así que, si deseas que Dios escuche siempre tu oración, confiesa todo pecado a él, que es fiel y justo para perdonarte (1 Juan 1:9).

2.- Nuestro motivo de orar:

Muchas veces no son contestadas nuestras oraciones, porque no pedimos de acuerdo a la voluntad de Dios sino que somos guiados por nuestro egoísmo, vanidad o deseos carnales.

“Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís; pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:2-3).

Por lo tanto, como Dios sabe cuáles necesidades tenemos aún antes de pedir (Mateo 6:32); debemos confiar en que él no nos abandonará sino que proveerá siempre lo que vayamos necesitando en la vida. Busquemos entonces los motivos de Dios y no los nuestros:

* Busquemos primeramente el reino de Dios y Su justicia (Mateo 6:3)

* Pidamos sabiduría de lo alto (Santiago 1:5)

* Pidamos ser llenos del Espíritu Santo (Lucas 11:13)

3.- El apóstol Juan sabía muy bien cómo pedirle a Dios.

El dijo: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos lo recibiremos de él (Dios), porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él (1Juan 3:21-22).

También dijo: “Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, él nos oye; y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14-15).

De modo que, si deseas ver tus oraciones contestadas, busca siempre conocer la voluntad de Dios y luego pide eso mismo: Su voluntad.

Recuerda que el mismo apóstol Juan estuvo muchos años en la cárcel y, por lo que nos dice en estos versículos, no le pedía al Señor que lo sacara de la cárcel. El podía confiar en Dios aunque estuviera preso. El sabía que algún propósito tendría Dios; y no pasó mucho tiempo en descubrirlo. En la cárcel, Dios le dio la revelación de los últimos tiempos y pudo escribir el libro de Apocalipsis.

De manera similar pasó con el apóstol Pablo que estuvo preso por más de dos años y podía confiar en Dios y reconoció que ésa era Su voluntad (2 Tim. 1:8), pues si el Señor lo hubiera querido libertar como lo hizo antes en Filipo (Hechos 16: 23-40) ya estaría libre. Sin embargo, como Pablo no tenía plena libertad para moverse y trasladarse, tuvo que escribir… y estas cartas componen hoy una gran parte de la revelación de Dios en el Nuevo Testamento.

Con el Señor Jesús pasó igual; en el Monte de Getsemaní él oró al Padre que, si era posible, pasara la última y más amarga copa: la cruz; pero también dijo: Que se haga Tu voluntad. Y la voluntad de Dios era que antes de la resurrección y ascensión, pasara por la cruz, lo que Jesús acató con toda mansedumbre (Mateo 26:36-46); y hoy en día millones de almas pueden ir al cielo como hijos de Dios, por la obediencia total del Señor Jesús.

4.- El tiempo de Dios: La fe vs. La duda.

Muchas veces no recibimos lo que pedimos porque nos desesperamos y/o dudamos y pensamos que Dios, quizás, no nos quiere bendecir. Santiago 1: 6 nos dice: “pero pida con fe, no dudando nada”

Y hebreos 11: 1-6 nos dice: “Es pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” “pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios; crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.

Quiero concluir diciendo que Dios quiere bendecir tu vida y, más que todo, aumentar tu fe y tu crecimiento “de gloria en gloria”, para que cada día estés más cerca de él.

Encomienda a Jehová tu camino (busca siempre Su voluntad), y confía en él; y él hará.

¡Que Dios te bendiga!

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