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jueves, 30 de octubre de 2014

TOMANDO LAS PALABRAS DEL PADRE


Jesús pasó tiempo diariamente con el Padre

Fue durante estas horas a solas con el Padre que Cristo oyó su voz hablar. De hecho, Jesús recibió cada palabra de aliento, cada advertencia profética, mientras estaba en oración. Él hacia peticiones al Padre, le adoró, y se sometió su voluntad. Y después de cada milagro, cada enseñanza, cada enfrentamiento con un Fariseo, Jesús se apuraba para tener compañerismo con su Padre.

Vemos este tipo de devoción en Mateo 14. Jesús acababa de recibir noticias de la muerte de Juan el Bautista. "Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado (Mateo 14:13). (Me pregunto si fue al mismo desierto dónde Juan había pasado años en meditación y preparación para el ministerio.)

Jesús estaba allí solo, orando y profundamente afligido por la muerte de Juan. Juan había sido un amigo querido, así como un profeta respetado de Dios. Ahora, mientras Cristo confraternizaba con el Señor, le pidió y recibió gracia. Y, allí en el desierto, encerrado con su Padre, Jesús recibió dirección para el próximo día.

Así que, ¿qué hizo Jesús en ese punto? Usted pensaría que él buscaría descansar o una comida tranquila. Quizás él reuniría a unos cuantos de sus discípulos más cercanos y recontaría los eventos del día. O, quizás deseaba ir a Betania, para ser rejuvenecido por la hospitalidad de la familia de María y Martha.

Jesús no hizo ninguna de estas cosas. La Escritura dice, "Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo" (14:23). Una vez más, Jesús se apresuró hacia el Padre. Él sabía que el único lugar para recuperarse estaba en la presencia del Padre.

Ahora, Jesús estaba totalmente consciente de las obras que vino a hacer en la tierra. Todas habían sido resaltadas en la Escritura: sanaría al enfermo y afligido, abriría los ojos del ciego, consolaría a los corazones destrozados, abriría las puertas de la prisión, libertaría a los cautivos, satisfaría el hambre y sed de las multitudes. Aún así, en su caminar diario, Jesús no hizo ninguna de estas cosas sin someterse primero al Padre. Aunque estas obras habían sido puestas ante él, siempre buscó la dirección de su Padre momento a momento.

La Escritura nos dice que en ocasiones Jesús sanaba "a todos los que le tocaban." Pero, otras veces, no sanaba debido a la incredulidad de las personas. ¿Cómo sabía Jesús cuándo sanar y cuándo no? Él tenía que oír la queda y quieta voz de su Padre, dándole una palabra de dirección. Y se gloriaba en oír la voz de su Padre.

Lo mismo es verdad en nuestro llamado. Sabemos todas las cosas que la Escritura requiere de nosotros: debemos amarnos unos a otros, orar sin cesar, ir por todo el mundo y hacer discípulos, estudiar para mostrarnos aprobados, caminar en rectitud, ministrar a los pobres, enfermos, necesitados y encarcelados. Pero, también debemos hacer ciertas cosas que no se mencionan en la Escritura. Enfrentamos ciertas necesidades en nuestro diario caminar, a través de crisis u otras situaciones urgentes. En tales momentos, necesitamos que la voz de nuestro Padre nos guíe, diciéndonos las cosas no resaltadas en sus mandamientos. Dicho simplemente, necesitamos oír la misma voz del Padre que Jesús oyó mientras estaba sobre la tierra.

Sabemos que Cristo tenía este tipo de intercambio con su Padre. Él dijo a sus discípulos, "Todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer" (Juan 15:15). También le dijo a los líderes religiosos, "(he) hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abrahán." (8:40) ¿Qué quiso decir Jesús con esta última frase? Él estaba diciéndoles a los maestros de Israel, "les he dado directamente la verdad desde el corazón de Dios. Abrahán no podía hacer eso."

Cristo estaba diciendo, "Ustedes viven una teología muerta. Estudian el pasado, honrando a su padre Abrahán, aprendiendo reglas y regulaciones para sus vidas. Pero lo que estoy hablándoles no es de alguna historia remota. Acabo de estar con el Padre. Él me dio lo que estoy predicándoles. Él me mostró lo que necesitaban oír."


Juan el Bautista testificó contra estos mismos líderes religiosos: "Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio" (Juan 3:32). Hoy, Jesús está hablándonos el mismo mensaje: "Están satisfechos escuchando sermones tomados de algún libro de referencia. Pero la Palabra que quiero darles es fresca."

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