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martes, 4 de septiembre de 2012

LO PRIMERO QUE HACE EL ESPIRITU SANTO




Lo primero que el Espíritu hace cuando Él viene es
¡Exponer todas las mentiras de Satanás!


“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho” (Juan 14:26).

Recuerdo experimentar cierto ataque fuerte de desánimo, en cierto punto en mi vida. Aconteció cuando estaba lo más cerca de Jesús que cualquier otro momento. Era diligente en mi vida de oración, derramando mi corazón diariamente al Señor. Y pasaba horas escudriñando su palabra, devorando ambos Testamentos. Disfrutaba de dulce comunión con el Señor y vi muchas de mis oraciones contestadas. Hasta donde yo sabía, estaba en la voluntad perfecta de Dios, haciendo todo lo que él me decía.

Pero una mañana, mientras preparaba un mensaje para la semana siguiente (enseñanza), algo vino a mí. Fui abrumado por una desesperación intensa. Vino de la nada, deprimiéndome fuertemente. Y aconteció por ninguna razón aparente.

No importó cuánto hacia, no podía sacudirlo. Conforme estaba sentado en la mesa con mi Biblia abierta, traté de seguir trabajando en el mensaje. No podía llegar a ningún lado. De repente fui bombardeado con dudas, acerca de mi habilidad de tener un mensaje verdadero del Señor. Mi mente se inundó con pensamientos horribles que me dijeron, “Tú no puedes entender lo que escribió Pablo. Tú no entiendes el concepto del ‘hombre viejo’ y ‘hombre nuevo’. Tú no has comprendido ‘morir al pecado’ cuando el pecado existe todavía. ¿Cómo te atreves a presumir que puedes predicar la santa Palabra de Dios?”

Me senté allí por tres horas, determinado a excavar un mensaje. Pero nada venía. Por mitad de la mañana, todas las palabras en las páginas de mi Biblia parecían unirse. Mi mente estaba confusa, y mi espíritu estaba entorpecido, incapaz de oír algo del Señor.

Me hundí más en la desesperación, pensando, “Soy totalmente ignorante a la palabra de Dios. Pero seguí produciendo sermón tras sermón, semana tras semana. Realmente, no estoy sirviendo a nadie. Después de todos estos años, todavía no entiendo la Biblia. ¡Mi luz se ha pagado!” Así me sentí por un breve tiempo.

Estaba convencido que no tenía nada que dar a la gente en nuestra iglesia. Cerré la Biblia y salí de mi habitación.

Mientras caminaba alrededor de la casa, mi desánimo sólo aumentó. Traté de averiguar por qué vino a mí en primer lugar, pero no tuve ninguna clave. Yo no tenía ningún problema financiero. No había crisis en la familia. Me sentía bien físicamente. Y no tenía pecado conocido. No tenía una sola razón para sentirme de esta manera.

Finalmente, entré a mi habitación de oración y me senté en el piso. Ni siquiera podía expresar una sola palabra al Señor. Pero, pude gritar desde mi espíritu: “Señor, no sé que hacer. Me siento tan deprimido que no puedo alcanzarte. Mas aun yo sé que nunca te he amado más que ahora mismo. ¿Por qué acontece esto? Por favor, Dios —ayúdame.”

Cuándo el diablo viene con su espíritu de desánimo, él te bombardea con una mentira tras otra. Él te miente acerca de tu matrimonio, tu familia, tus amistades, tu llamamiento, tu caminar con el Señor. Entonces él comienza a traer a tu mente cada pecado, fracaso y cosa insensata que hayas hecho. Antes que él termine, estas llorando, “ ¡Oh, Dios —jamás venceré!”

Esto es exactamente lo que el diablo me hizo a mí. Mientras oraba, soporté su bombardeo de mentiras infernales por casi media hora. Fue cuando la voz suave y apacible de Dios penetró a mi espíritu. Él habló a mí palabras llenas de amor y compasión: “Israel, eres grandemente amado. No te preocupes-mi mano está sobre ti. Estas bajo un ataque severo, pero no tienes por qué temer. No necesitas ningún esfuerzo propio para esta batalla. Tengo todo lo que necesitas.”

Lo primero que el Espíritu Santo hace en tales ocasiones, es traer a su recuerdo todas las promesas preciosas de Jesús. Y así hizo conmigo. Él inundó mi alma con docenas de promesas que sabía de la palabra de Dios. Y él me aseguró, “Tú vida no ha terminado. Tú no lo sabes, pero apenas has comenzado. Lo mejor esta todavía delante de ti.”

Mi espíritu se elevo dentro de mí. Cuándo me paré yo pensé, “¿por qué aguanté todo este desánimo? ¡Esto no es de mi Señor!”

Esa es la obra del Espíritu Santo. ¡Él deshace las mentiras del enemigo y trae el ánimo de lo alto!

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