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domingo, 1 de abril de 2012

CUIDA TU AFECTO POR CRISTO

 
En los primeros tres capítulos de Apocalipsis, el apóstol Juan tuvo una visión maravillosa: El ve a Jesús caminando en medio de las siete iglesias del Nuevo Testamento en Asia.  Los ojos de Cristo están encendidos, y está vestido con sus ropas sacerdotales.  Está claro que él ha venido a juzgar a las iglesias en justicia.


  Pedro escribe: ...el juicio comienza con la casa de Dios... (I Pe. 4:17).  Y ahora, mientras Jesús aparece entre las siete iglesias, él comienza a juzgarlas de acuerdo a lo bueno y lo malo que él observa.  Estos juicios aparecen en Apocalipsis 2 y 3-- ambos capítulos indican que cada palabra sale directamente de los labios de Jesús. 

Ahora bien, estas siete iglesias eran verdaderas congregaciones, en localidades reales--las iglesias de Efeso, Esmirna, Laodicea, y demás.  Sin embargo, Juan escucha la voz de Dios no sólo hablándole a estas iglesias en particular, sino a la iglesia universal--en efecto, a cada creyente que busca el pronto regreso de Jesús. 
Jesús comienza sus juicios enumerando las cosas buenas de la iglesia que lo han bendecido.  Y él elogia a cada iglesia sobre esas cosas. Pero él también ve algunas cosas que lo entristecen profundamente y él le hace una advertencia a cada iglesia.
Su primer mensaje es dirigido a los cristianos en Efeso, una iglesia fundada en las enseñanzas santas del apóstol Pablo. El juicio de Jesús es: ...has dejado tu primer amor. (Ap. 2:4). 
Cuando Jesús usa las palabras primer amor aquí, él no se refiere al amor inmaduro que  experimentamos cuando primero somos salvos.  Más bien, él se refiere al amor exclusivo.  Él está diciendo: Una vez ocupé primer lugar en tu corazón. Pero ahora has perdido la exclusividad de tu amor por mí. ¡Has permitido que otras cosas ocupen mi lugar! 

Es significativo que de todos los pecados que Jesús enumera en estas siete iglesias--adulterio, codicia, tibieza, falsa doctrina, la autoridad de Jezabel, adoración muerta, ceguedad espiritual--el primer pecado que él nombra es el que más le entristece: una pérdida de afecto hacia él.  Nuestro Dios es un amante celoso--¡y él no permite que nada esté ante nuestro amor por él!

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