Lo menosprecian con una sonrisa condescendiente. Y eso es peor que un rechazo directo. “Y vienen a ti como viene el pueblo, y están delante de ti como pueblo mío. Oyen tus palabras, pero no las ponen por obra, antes hacen halagos con sus bocas y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y tú eres para ellos como un cantor de amores, de hermosa voz y que canta bien. Ellos oyen tus palabras, pero no las ponen por obra.” (Eze. 33:31-32).
Para muchos cristianos, aún para aquellos que sinceramente se llamaban a ellos mismos “su pueblo”, el llamarlos a que quiten de sus casas el ídolo de la televisión, que apaguen el “rock and roll” y la música del diablo, que tomen en serio un sometimiento total, es solo un mensaje nuevo. Les afecta por el lado del entretenimiento – les encanta escucharlo – decir “Amen”, pero no les afecta. Siguen las lujurias de sus corazones. Ves, ellos están liberados, no Están bajo la ley o el legalismo y rehúsan permitirle al Espíritu Santo que escudriñe su hombre interior acerca de la corrupción que se esta infiltrando en sus vidas y hogares.
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