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miércoles, 13 de octubre de 2010

SALDRAN TRAS EL DESEADO


¡De la iglesia apostata se levantara un pueblo santo y arrepentido quienes tendrán
ansias tras el Señor!

¡Cómo nuestro Señor anhela tener un pueblo aquí que sólo lo anhele a él! Él se lamenta por esta apostasía, pero su compasión va a levantar un pueblo que se vuelva a él, que se arrepienta – ¡quienes solo lo desean a él! “Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto será exaltado, teniendo de vosotros misericordia. ¡Porque Jehová es Dios justo! Bienaventurados todos los que confían en él” (Is. 30:18).

¡Aquí Isaías se está dirigiendo a un pueblo del futuro! Está hablando a un pueblo que iba a formar a la Sión espiritual – Jerusalén, que nunca se caerá o derrumbará. ¡Es un pueblo santo, cuya principal característica son sus corazones anhelantes tras Dios!

¿Cuál era la señal de la gente apóstata? Ellos no anhelan al Señor; sino que anhelaban tras Egipto, el mundo, la carne y lo mundano. ¡Esta es la triste carencia de la iglesia de hoy! Hay muy poco de este profundo deseo por Cristo. Muy poco de estar encerrado con él, deseándolo a él como la plenitud de vida. Tenemos una generación que trabaja por él, testificaremos, alimenta a los pobres, ayuda a los desamparados y ministra a las necesidades humanas. ¡Pero muy pocos que pasen sus días anhelándolo a él! Dios dijo: “Mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días” (Jer. 2:32).

Auque todo alrededor habrá un derrumbe y lloro – ¡este pueblo no llorara! ¡Dios va a escuchar su clamor y contestara su oración! “Ciertamente el pueblo morará en Sión, en Jerusalén; nunca mas llorarás; el que tiene misericordia se apiadará de ti; al oír la voz de tu clamor te responderá” (Is. 30:19).

¡Habrá privaciones! Habrá opresión de parte de Satanás, del mundo, de las circunstancias, pero Dios se manifestará en medio de su pueblo. La presencia del Señor será preciosa para ellos. “Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo tu Maestro nunca mas te será quitado, sino que tus ojos verán a tu Maestro” (Is. 30:20).



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