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martes, 24 de agosto de 2010

CARACTERISTICAS DEL VERDADERO PROFETA 1RA PARTE


¡Un verdadero hombre de Dios es consumido por una visión del Señor Jesucristo!

Él ha sido tan sumergido, tan profundamente dominado por esa gloriosa visión, que no puede hablar de nada más. Él predica todo el consejo de Dios – en cuanto a Cristo concierne.

Dios dijo de los falsos profetas, “¡Ay de los profetas insensatos, que andan en pos de sus propias imaginaciones… y nada han visto!” (Ez. 13:3).

Pero de Moisés se escribió, “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al invisible” (Heb. 11:27). Jesús dijo de Abraham, “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día, y lo vio, y se gozó” (Jn. 8:56).

Esteban tuvo una gloriosa visión de él. “Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hch. 7:56).

Ananías dijo a Pablo, “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca” (Hch. 22:14).

A sus propios discípulos, Jesús dijo, “Todavía un poco, y el mundo no me verá; pero vosotros me veréis” (Jn. 14:19).

La cosa que cada uno de estos hombres de Dios tenía en común fue su vida controlada por la visión de Cristo el Señor. Cristo fue su más grande y único motivo de vivir. Ellos lo vieron a través del ojo de la fe.

Moisés voluntariamente dejó la comodidad y la prosperidad de Egipto para sufrir privación en un desierto porque él había sido dominado por una visión de Cristo. Nada más le importaba ahora, ni aun su sueño de convertirse en el gran libertador. Él vio más allá de toda ambición humana. Él fue apartado de todo lo que era terrenal porque él había visto a Cristo. Él pudo soportarlo cualquier cosa, porque nada en la tierra podía compararse con lo que sus ojos espirituales contemplaron.

Abraham se volvió totalmente apartado de este mundo y voluntariamente llegó a ser un extranjero en la tierra, porque sus ojos estaban puestos en la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios. Pero sobre todo él había visto una visión de Cristo sobre su trono en aquella santa ciudad. Nunca mas se conformo con cosas temporales o terrenales. Su fe estaba basada en su continua visión de Cristo. Él se regocijaba y estaba contento, porque él tenía ojos para lo invisible, lo eterno, ¡Cristo!

Desde el momento en que Pablo le vio todo en la tierra se convirtió en basura (estiércol, griego original) para él. Desde el momento en que Cristo fue revelado en él, él determinó no saber de nada más entre los hombres sino su Señor. Él alegremente soportó penurias, naufragios, que lo apedrearan, azotes, privaciones, cárceles; ninguna de estas cosas lo movieron porque él se gloriaba en su visión del Señor.

Cualquier hombre de Dios que está atado a esta tierra o a las cosas de esta tierra no ha visto nada. Si él tuviera una visión de Cristo, si él estuviera en constante unión con Cristo, él no podría predicar de nada más. Él se pararía ante las multitudes, proclamando, “¡Estimo todas las cosas como pérdida – todo lo tengo por basura (estiércol)! Es Cristo y él solamente. Él es todo; él llena todas las cosas. Él es toda mi vida.”

Tal como Isaías, el verdadero hombre de Dios que ve al Señor, alto y sublime, caerá sobre su rostro y llorará por sus pecados y los pecados del pueblo de Dios. Entonces él será limpiado y purificado e irá en el poder de su grandiosa visión a predicar a Cristo.

Dios le advirtió a Israel, “Los profetas son como zorras…” En otras palabras, algunos no tienen ni siquiera un solo ojo enfocado en Cristo, sino que tienen los ojos llenos de avaricia. Despojan la viña, tomando lo mejor para ellos mismos. ¡Andan en sus propios caminos, alimentando su propio ego!

Estos profetas que buscaban lo suyo decían que habían oído la voz de Dios. Reclamaban que era una palabra profética directamente del cielo. “Ellos dicen, Jehová dijo, cuando Jehová no los ha enviado; y ellos hicieron que otros esperaran que su palabra fuera confirmada” (Ez. 13:6).

Las multitudes del pueblo de Dios quienes corren para oír solamente mensajes suaves necesitan tomar una mirada honesta a lo que están oyendo y creyendo.

“¿No habéis visto visión engañosa y hablado adivinación mentirosa cuando decís Jehová dijo, no habiendo yo hablado?” (Ez. 13:7).

“Engañaron a mi pueblo, diciendo, paz, no habiendo paz” (Ez. 13:10).

Su mensaje era, “Dios me ha dicho que todo está bien. No hay problemas en los tiempos venideros. ¡Buenos tiempos! No vendrá prueba o tribulación. El deseo de Dios es que todos estemos felices, prósperos y cómodos…” ¡Jehová llama esto engañoso! Yo no creo que los ministros estén tomando suficientemente en serio la tragedia de predicar el mensaje equivocado. ¡Cómo nos atrevemos a predicar paz y buenos tiempos interminables a una nación y a un pueblo que están al borde del juicio!

El pecado de Israel estaba a punto de explotar en fuegos increíbles de ira divina. Ezequiel no deseaba predicar tal mensaje que causaba molestias, especialmente a un pueblo que se amontonaba alrededor de los profetas de almohadilla, quienes le decían al pueblo de Dios que todo estaba bien.

Escuchemos lo que Dios estaba tratando de decir a su pueblo: “Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Como la madera de la vid entre los árboles del bosque, la cual di al fuego para que la consumiese, así haré a los moradores de Jerusalén. Y pondré mi rostro contra ellos: de un fuego escaparon pero otro fuego los consumirá… Yo he puesto mi rostro contra ellos… Haré que esta tierra sea desolada, por cuanto abusaron del pecado dice Jehová el Señor” (Ez. 15:6-8, Spurrell).

El pueblo rechazó la verdadera Palabra de Dios. Las masas corrieron tras sus maestros para oír el mensaje engañoso – “Dios no es esa clase de Dios. Él desea únicamente lo mejor para todos nosotros. Gran paz y buenos tiempos están por delante. No escuchen a los profetas anticuados de juicio. Dios me ha dicho directamente desde su trono que lo mejor está por venir.”

Yo te pregunto a ti, ¿qué harán estos profetas de almohadilla cuando Dios comience a juzgar los pecados de esta nación y les quite su pan y su plenitud? Piensa en las multitudes de cristianos sinceros que no están preparados, quienes deberían estar arrepintiéndose de su tibieza; quienes deberían estar llorando por causa de su conformidad con el pecado y de su avaricia; quienes deberían estar dejando y abandonando todo en vez de estar acumulando.

Gracias a Dios, el Espíritu Santo está levantando un pueblo santo que está harto de todos los ministerios centrados en sí mismos y su clamor es, “Queremos ver a Jesús.” El Evangelio centrado en el hombre no puede durar por mas tiempo. Un tiempo de limpieza está por delante. Nos estamos dirigiendo a fuegos de refinamiento. Mientras que los avariciosos se echan sobre a sus lechos de comodidad se consuelan con lujos, un remanente se separará e irá en busca del Novio. Cristo se va a revelar al humilde, al pobre de espíritu, y la verdadera Palabra de Dios fluirá con unción y poder. La unión con Cristo se convertirá en la perla de gran precio.



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