En Hechos 27, Pablo estaba en un barco camino a Roma cuando la nave se detuvo en Sidón. Pablo le pidió permiso al centurión encargado para visitar algunos amigos en la ciudad, y “Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuera a los amigos para ser atendido por ellos.” (Hechos 27:3). Aquí tenemos aun otra instancia donde Dios usa a creyentes para refrescar a otros creyentes.
También vemos esto en 2 Timoteo, donde Pablo le escribe a cierto creyente: “Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó y no se avergonzó de mis cadenas, sino que, cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló.” (2 Timoteo 1:16-17).
Onesíforo también fue uno de los hijos espirituales de Pablo, y amaba a Pablo tan profundamente e incondicionalmente que lo busco en sus sufrimientos. Una vez, cuando Pablo estuvo encarcelado, Onesíforo camino por toda la ciudad hasta que lo encontró. Su única motivación era, “mi hermano esta dolido. El ha sufrido los terrores de un naufragio, y ahora esta siendo zarandeado por Satanás. Tengo que animarlo.”
El ministerio de refrigerio claramente incluye buscar al que esta herido. Escuchamos mucho acerca de poder en la iglesia estos días: poder para sanar a los enfermos, poder para ganarse a los perdidos, poder para vencer el pecado. Pero yo digo que hay gran poder de sanidad que fluye de una persona refrescada y renovada. Depresión, angustia mental o un espíritu atribulado puede causar toda clase de enfermedades físicas, pero un espíritu refrescado y animado – uno que se hace sentir aceptado, amado y necesitado – es el bálsamo sanador necesitado por la mayoría.
Encontramos este ministerio de refrigerio en el Antiguo Testamento también. Cuando David era cazado por el Rey Saúl, el estaba agotado y dolido, forzado a correr día y noche. Durante ese tiempo, el se sintió rechazado por los lideres de Dios y su pueblo. Entonces, en un momento crucial, el amigo de David, Jonatan vino a el: “Jonatan hijo de Saúl se levantó y vino adonde estaba David, en Hores, y lo reconfortó en Dios diciéndole: --No temas, pues no te hallará la mano de Saúl, mi padre; tú reinarás sobre Israel y yo seré tu segundo.” (1 Samuel 23:16-17).
Esta palabra de refrigerio no pudo haber llegado a mejor tiempo para David. Acababa de soportar un horrendo rechazo después de hacer un acto de bondad. David y sus hombres habían arriesgado sus vidas para salvar al pueblo de Keilah, y por un tiempo tomaron refugio allí. No obstante, después, cuando Saúl estaba al acecho, David oro, “Señor, me entregaran esta gente a Saúl?” Dios le contesto, “Si, te rechazaran. Vete del pueblo ahora.”
Los Salmos revelan cuan baja estaba la condición de David en ese tiempo. Su alma estaba abatida y lloraba continuamente, “Dios, ¿dónde estas?” Considera también la dolorosa prueba de Jonatan por su padre malo y poseído. Sin embargo, este piadoso amigo “fortaleció la mano de David en el Señor,” diciéndole, “El Señor esta contigo, David, y aun eres amado en Israel. Quizá no lo sientas así ahora, pero tú vas a ser rey. Tu trabajo solo ha comenzado.”
Eso era todo lo que David necesitaba escuchar – “Dios aun esta contigo” – e inmediatamente su espíritu fue refrescado para seguir adelante. Vemos este ejemplo vez tras vez en las Escrituras: Dios no envía un Ángel ni una visión, sino a un creyente para refrescar a sus amados.
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