El enemigo puede entrar como una inundación sobre mí, llevándome bajo temor, culpa o estrés. Pero yo puedo invocar esta oración inmediatamente: “Espíritu Santo, minístrame ahora, enséñame, hazme recordar. Recuérdame las promesas de Jesús acerca de mi seguridad como hijo de Dios.”
El Espíritu entonces clama en mi, “Recuerda a Abba, tu Padre. Tu eres justificado, y tienes acceso a el. Ahora, clama de tu alma esta proclamación: “Yo soy hijo de Dios. ¡Ahora yo camino en el Espíritu de hijo!”
“Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios…” (Romanos 8:14).
De igual manera, Pablo nos dice que como hijos e hijas de Dios, nos es dado el mismo Espíritu que estaba en Cristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros.” (Romanos 8:11).
¿Ves cuan importante es este papel del Espíritu? A veces yo me puedo sentir espiritualmente muerto. Puedo sentirme frío en mi corazón, sin vida, como si el fuego en mi es tan solo una chispa ahora, un llama parpadeante. Pero la realidad es, hay una fuerza de vida que siempre esta obrando en mí.
Si yo creo la Palabra de Dios, y yo confío en Cristo, entonces sin importar como me siento –sin importar como yo pueda juzgarme a mi mismo o me sienta condenado – el Espíritu de Cristo en mi aun esta respirando vida a mi alma. Dios aun me esta amando, y el Espíritu esta aun obrando.
Piensa por un momento acerca de un precioso ser querido que conoces, alguien que quizás este sufriendo o en su cama de muerte. El cuerpo mortal de ese ser querido se esta gastando. Pero nosotros sabemos que todos los que están en Cristo están en un proceso de resurrección. Ciertamente, el mismo Espíritu que invadió el templo de Cristo en la tumba también viene a levantar a tu preciado a vida eterna. En el punto de profundo sufrimiento, el Espíritu dice esta consoladora verdad en el: “Vas a tu Abba Padre.”
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