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miércoles, 9 de diciembre de 2009

A TIEMPO COMPLETO



Hubo una gran persecución en los primeros años de la iglesia. Durante ese terrible periodo, el apóstol Juan fue apresado y enviado a Roma. El emperador romano en ese tiempo (Nerón o Diocesano) desterró a Juan a la Isla de Patmos. Esta isla era pequeña; un lugar desierto y deshabitado. Estaba poblada solamente por unos pocos prisioneros que habían sido desterrados allí para vivir el resto de sus vidas. Como ellos, Juan fue enviado a Patmos para morir.

El apóstol al que me estoy refiriendo fue el mismo "amado Juan" a quien Cristo tanto amó. Él fue quien se recostó en el pecho de Cristo en la última cena. Él también fue hermano de Santiago e hijo de Zebedeo. Y fue el autor del cuarto evangelio, así como de otras tres epístolas bíblicas que llevan su nombre.

Trata de visualizar esta escena mientras Juan desembarca en Patmos. Baja del bote a una isla desierta. No hay árboles, solamente arena. Ante él está parado un grupo de prisioneros andrajosos, endurecidos y maldicientes. Todos tienen una mirada de fatalidad. Ellos saben que van a morir allí.

Detrás de Juan, los marineros bajan una pocas cajas de abastos de alimentos - probablemente arroz, harina, las cosas esenciales - y las tiran en la playa. Vuelven al barco y levantan la pasarela. Y lentamente, el barco se aleja.

Juan ve al barco alejarse hacia el horizonte. Él no sabe si lo volverá a ver otra vez. Le han abandonado, exiliado, desamparado, para que pasara sus últimos días aislado. Más tarde él escribiría: "Estoy desterrado en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo." (Apocalipsis 1:9).

¿Por qué se le dio esa sentencia a Juan, un humilde discípulo de Jesús? ¿Por qué Roma, el gobierno con el poder mundial, estaba desesperada por aislarle de la civilización? Fácilmente pudieron haber encarcelado a Juan en el país. ¿Por qué el emperador lo quería silenciar? Claramente Roma consideraba a Juan una amenaza. Obviamente Juan era de renombre tanto entre judíos como entre los gentiles. Qué influencia poderosa, qué ministerio efectivo debía de haber tenido.

Ahora, mientras Juan veía el barco prisión desaparecer, le debieron haber llegado sus mismas palabras. Él fue el que una vez citó a Jesús diciendo: "Y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto… Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho." (Juan 16:2-4).

¿Cuántas noches frías, húmedas, escalofriantes pasó Juan en Patmos? ¿Con cuánta frecuencia se mojó hasta los huesos por las viciosas tormentas del Mediterráneo? ¿Tuvo dónde refugiarse o una muda de ropa? ¿Con cuántos resfriados o enfermedades tuvo que batallar? ¿Y qué tipo de dieta tuvo? ¿A lo mejor unos paquetes de arroz? ¿Los tuvo que racionar, sabiendo que le tenía que durar hasta el próximo viaje del bote prisión? ¿Tuvo que atrapar serpientes o lagartos para suplir sus escasos alimentos?

De acuerdo al criterio de cualquiera, Juan era un fracaso. Muchos cristianos de hoy le hubiesen mirado y hubiesen dicho: "Qué desperdicio. ¿Por qué Dios permitiría que uno de los hombres más ungidos de todos los tiempos estuviera aislado de esta manera? ¿Por qué Dios permitiría que un devoto discípulo estuviera expuesto a los elementos del clima y casi muera de hambre? No entiendo por qué Juan no le pidió a Dios que le liberara. Después de todo, él escribió que Jesús dijo: 'Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará… pedid, y recibiréis'. (Juan 16:23-24) ¿Dónde estaba la fe de Juan?

Ahora imagínate la reacción de los líderes de hoy. Tristemente, hubiesen medido a Juan por los criterios actuales de éxito: no tenía congregación, no tenía edificio para la iglesia, no tenía dinero para rentar o comprar una estructura. No tenía vehículo para viajar, casa, ni un traje decente para predicar. No tenía agenda para el ministerio, no tenía programas para alcanzar la comunidad, no tenía plan para ganar las naciones. Los líderes lo hubiesen descartado, diciendo: "Este hombre no tiene nada. Está acabado. En primer lugar, ¿por qué fue llamado al ministerio?"

Cuán equivocados hubiesen estado. En ese primer sábado en Patmos, Juan comenzó una iglesia. Le llamó LA IGLESIA DE "YO, JUAN". Él escribió: "Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo… Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor." (Apocalipsis 1:9-10). En otras palabras, Juan estaba diciendo: "Sí, fui aislado de la civilización. Pero tengo una iglesia. Y ministro al Señor aquí. No tengo hermano o hermana que se una a mí. Pero estoy en el Espíritu." Te aseguro que la alabanza que Juan ofreció desde esa remota isla fue tan gloriosa para Dios como mil voces adorándole en mil diferentes idiomas.

Algo increíble le pasó a Juan a los pocos días de haber llegado a Patmos. Él tomó una decisión que impactó a todo el mundo de la iglesia por toda la eternidad. Simplemente, Juan murió a todos sus propios planes y pensamientos del ministerio.

Hasta donde Juan sabía, su exilio en Patmos iba a ser su suerte final. Probablemente pensó: "Me han abandonado aquí para el resto de mi vida. Pero no voy a perder el fuego de Dios. Aún cuando sea el único aquí, voy a adorar al Señor. Puede ser que no tenga congregación, ni hermanos o hermanas con quienes tener compañerismo. Pero voy a caminar en el Espíritu. Y me voy a dedicar a buscar el rostro del Señor. Ahora tengo tiempo para conocerle a él como nunca antes lo había hecho."

Juan buscó al Señor completamente en medio de su aislamiento. Se movió en el Espíritu. Y se dio a sí mismo como un sacrificio vivo. Amados, este es el corazón de mi mensaje: Ahora Juan estaba en ministerio a tiempo completo. No me refiero a esto en términos de lo que generalmente pensamos como tal ministerio. Era a tiempo completo en el sentido de que Juan tenía a Dios todo para sí.

En Patmos no había necesidad de levantar fondos, lemas o hacer campañas publicitarias. No había necesidad de competir con otros ministros o construir edificios de iglesias más grandes. Y nadie estaba cerca para alabar a Juan, felicitarle, presumir de él. Su vida estaba limitada a un sólo enfoque, un sólo ministerio: a Jesucristo solamente. Eso era todo lo que Juan tenía. Y él dijo, en esencia: "Eso es todo lo que necesitaré: oración, adoración y comunión con el Señor."

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