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viernes, 9 de octubre de 2009

HE TRABAJADO EN VANO III



¿Por qué Jesús o cualquier hombre o mujer de Dios,
hablaría tales palabras de desaliento como estas:
“He trabajado en vano”?


¿Cómo el mismo Hijo de Dios pudo hacer semejante declaración? ¿Y por qué generaciones de creyentes fieles han sido reducidos a tan desalentadoras palabras? Todo esto es el resultado de medir pocos resultados contra grandes expectaciones.

Puedes pensar, “Este mensaje suena como si solo se aplica a los ministros, o aquellos llamados a hacer una gran obra para Dios. Puede verlo dirigido a misoneros o a profetas biblicos. ¿Pero que tiene que ver conmigo?

La verdad es, que todos somos llamados a un gran propósito común, y a un ministerio: ese es, ser como Jesús. Estamos llamados a crecer en su semejanza, a ser cambiados a su expresa imagen. Simplemente, no puedes ser un cristiano a menos que ese sea tu llamado, tu unica meta en la vida: “Quiero ser más y más como Cristo. Quiero ser liberado de toda ambición humana, toda envidia, impaciencia, mal genio, pensar mal de los demás. Quiero ser todo lo que Pablo dice que debo ser si he de caminar en fe y amor. Señor, mi corazon añora ser como tu.”

¡Qué grandes expectativas! Y tienes todas las promesas de Dios para apoyarte. Tienes la espada de doble filo de la Palabra de Dios en tu mano, y has determinado en tu corazón ser como Jesús. Así que te das a la tarea de ser como el.

En tan solo un corto tiempo, algunos cambios maravillosos empienzan a ocurrir. Eres más paciente. Todo reacción de la carne que se levanta en ti, puedes dominar diciendo, “Eso no es como Jesús.” Tu familia y amistades, vecinos y compañeros de trabajo han notado que te has tornado más bondadoso. Cada noche, puedes remojarte en la victoria de ese día y felicitarte: “¡Lo logré! Fuí mas bondadoso hoy. Fué un buen, parecido a Jesús día.”

Varios meses atrás, escribí un mensaje titulado “Llamado a ser semejante a Cristo.” En el dije que el parecerese a Cristo empieza por ser como Cristo a los que nos son más cercanos. Realmente creo esto. Por lo tanto, si estas casado(a), la persona más cercana a ti es tu esposo(a). Así que emprendi a ser el esposo más parecido a Cristo que cualquier esposo pueda ser. Y trabajé por ello, esforzandome a ser más paciente, comprensivo y cuidadoso.

La primera semana, batalle para apagar erupcion tras erupcion. Me recordada a mi mismo, “Jesus no haria eso. El no diria lo que yo quieo decir. Asi que no lo voy a hacer. Voy a ser como el.”

Al final de la semana, le pregunté a mi esposa, Gwen, “¿Ves más de Jesús en mi?” Ella contestó, “Si, lo veo.” Estaba tan alentado. Pensé, “¡Esto es! Finalmente, después de todos estso años, he descubierto lo que se necesita para parecerse más a Jesús.”

Entonces la peor semana le siguió. Perdí mi parecido a Cristo en lo que parece ser cada vuelta. Al final de esa semana, le pregunté a Gwen, “Como me juzgarías ahora?” Ella dijo, “Más como Pablo.”

Me gustaría decirte que todos los dias, en cada manera, me estoy pareciedno a Cristo. Pero mi batalla humana en la carne para ser como Cristo simplemente no funcionó. Y el hecho es, que nunca funcionara. Todavia batallo con pensamientos, palabras y sentimientos que no son de Cristo. Mi carne no tiene la abilidad de echar fuera a la carne. Esa obra la hace el Espiritu Santo solamente: “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8:13). En resumen, cediendo al poder del Espíritu Santo es la única manera de convertirse verdaderamente mas como Cristo.

Es en medio de esta batalla con nuestra carne que a menudo caemos en el desaliento. Estamos tentados a pensar, “He sido llamado, ungido, enseñado bien por los ministros de Dios. ¿Cómo puedo seguir pensando tales pensamientos de la carne?” A veces sucumbimos a los mismos pensamientos que han hecho eco a través de los siglos entre la gente de Dios: “He trabajado en vano. He malgastado todo mi tiempo y fuerza. Nunca he visto lo que Dios me prometió. He fallado en traer mis pensamientos y acciones a cualquier tipo de cumplimiento.”

Pregúntale a cualquier persona joven
quien esta alejando de Cristo porque
el o ella se ha tornado frío contra él.


Si le fueras a preguntar a tal hombre o mujer joven, “¿Por qué has vuelto a tus viejos caminos?” Encontrarías la misma mentira demoníaca plantada en su cabeza: “Hice lo mejor que pude. Oré y leí mi Biblia. Fui a la iglesia, y le testifique a mis amistades en la escuela. Puse todo esfuerzo en vivir rectamente. Pero nunca recibí el milagro que necesitaba. Mis oraciones no fueron contestadas, y no fui liberado. Después de todo eso, terminé un fracasado. No pude sacudir el pensar que no valió la pena, que mi carne nunca cambiaría. Era una perdida de tiempo. Sentí que todo lo que había hecho fue en vano.”

¿Y qué tal de sus padres honrados, las mamás y los papás que tan diligentemente han orado por sus hijos vagabundos? Dios les dio promesas y se aferraron a ellas, clamándole a él en fe. Pero al pasar el tiempo, su hijo nunca respondió. Ahora estos devotos santos soportan la misma mentira terrible: “Eres un fracaso, trabajando en vano. Has malgastado tus energías todos estos años. La batalla solo te ha desgastado. Ha sido todo para nada.”

Muchos que están leyendo este mensaje están desalentados porque no han experimentado la promesa que Dios les había hecho. No están celosos por las bendiciones del Señor sobre otros. No se comparan con alguien que disfruta un milagro. No, están mirando su propia vida. Y están comparando lo que les parece que Dios les prometió con lo que aparentan las cosas ahora. Para ellos, sus vidas parecen un completo fracaso.

Al examinar su caminar con toda honestidad y sinceridad, parece que han hecho poco progreso. Han hecho todo lo que Dios les dijo que hicieran, nunca apartándose de su Palabra y sus mandatos. Pero al pasar el tiempo, todo lo que pueden ver es fracaso. Y ahora se sienten aplastados, heridos en el espíritu. Piensan, “¿Señor, ha sido todo esto en vano? ¿Oí la voz equivocada? ¿He sido engañado? ¿Ha terminado mi misión en ruinas?”

Hay dos cosas que quiero enfatizarte con este mensaje

Primeramente, ahora sabes de Isaías 49 que el Señor conoce tu batalla. Él la ha peleado antes que tu. Así que no es ningún pecado tener tales pensamientos, o andar cabizbajo con un sentido de fracaso sobre expectaciones rotas. Jesús mismo pasó por esto y estaba libre de pecado.

Segundo, es muy peligroso permitir que estas mentiras infernales se enconen e inflamen tu alma. Jesús nos enseñó el camino a seguir para salir de tal desaliento con esta aseveración: “Por demás he trabajado; en vano… Pero mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios.” (Isaías 49:4). La palabra hebrea para recompensa (‘juicio’ en Inglés) es “veredicto.” Cristo esta diciendo, en efecto, “El veredicto final está con mi Padre. Solo él pasa juicio sobre todo lo que he hecho y cuan efectivo he sido.”

Dios nos está urgiendo a través de este verso: “Deja de pasar juicio sobre el trabajo que has hecho para mi. No tienes derecho a juzgar cuan efectivo has sido. Y no tienes derecho a llamarte un fracasado. No sabes aún que clase de influencia has tenido. Simplemente, no tienes la visión para saber las bendiciones que te vendrán.” Ciertamente, no sabremos tales cosas hasta que nos paremos delante de él en eternidad.”

En Isaias 49, Jesús escuchó al Padre decir en tantas palabras: “Así que Israel no está reunida. Sí, te llamé a traer las tribus y esto no ha pasado de la manera que lo imaginaste. Pero ese llamado es solamente una cosa pequeña comparada con lo que tengo para ti. Es nada en comparación a lo que tengo guardado. Te voy a hacer ahora una luz para todo el mundo. Israel eventualmente será reunida; esa promesa ser va a cumplir. Pero serás una luz no solamente para los judíos, sino que también para los gentiles. Traerás salvación para toda la tierra.”

“…y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová y el Dios mío será mi fuerza), él dice: «Poco es para mí que solo seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob y restaurar el resto de Israel; también te he dado por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo último de la tierra.” (Isaias 49: 5-6)

Querido santo, mientras el diablo te está mintiendo, diciendo que todo lo que has hecho ha sido en vano, que nunca verás tus expectaciones cumplidas, Dios en su gloria está preparando una bendición mayor. Él tiene cosas mejores guardadas, mas allá de lo que puedes pensar o pedir.

No debemos escuchar las mentiras del enemigo por mas tiempo. En vez, debemos descansar en el Espíritu Santo, creyéndole que cumplirá su obra de hacernos más como Cristo. Y debemos levantarnos del desaliento y pararnos en esta palabra: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.” (1 Corintios 15:58).

La hora ha llegado para que abundes en tus obras. El Señor te está diciendo, en esencia, “Olvida todo tu “pensamiento de fracaso” y déjalo atrás. Es hora de regresar a trabajar. ¡Nada ha sido en vano! Hay más para ti, así que deja de andar abatido y regocijate. No te he olvidado. “¡Voy a hacer abundantemente mas de lo que puedas pensar o pedir!”

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