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miércoles, 30 de septiembre de 2009

MARCAS DE UN DISCIPULO PARTE 3



Espero que estén animados en el desafío y la lucha en nuestra peregrinación cristiana, pues, el desánimo siempre es un peligro. Es el trabajo especial del Consolador ayudarnos a vencer esa falta de ánimo.

Una de las marcas del discípulo verdadero es exactamente lo que necesitamos para no estar tristes ni desanimados. En Juan 8:31-36 vemos que esa marca es ser libres del pecado. Lo que más desanima al cristiano es la facilidad en que cae en el pecado (aún en el mismo, “el pecado que nos asedia” – Heb. 12:1). El Señor explicó que el que hace pecado (presente contínuo en el griego = practicar) es un esclavo del pecado. Esta esclavitud crea en el creyente una frustración enorme, como se ve en Romanos 7.14-23 donde Pablo confesó que las cosas que quería hacer, no las hacía, y las que no quería hacer las hacía. Esto produce desánimo en el cristiano que sabe que no debe ser así porque Cristo liberta al pecador para ser verdaderamente libre. Es marca de un discípulo verdadero. Tenemos que entender que Pablo describe aquí la vida cristiana carnal, no la espiritual que nos enseña a vivir en Romanos 8 y Gálatas 5. Esa vida de libertad de la ley del pecado y libertad del legalismo es posible solamente por el Espíritu Santo que nos guía por la Palabra cuando le permitimos crucificar las obras de la carne (Rom. 8:2-14).
Cristo enseñó lo mismo cuando dijo: “…sin mí, nada podéis hacer.” ¿Cómo logramos esta libertad del pecado? Por el conocimiento de la verdad. Cristo es la verdad personificada y Su Palabra es verdad (Juan 14:6; 17:17). Quiero sugerir que cuando permanecemos en Su Palabra, permanecemos también en Cristo. Esto es tan obvio pero muchos no lo practican diariamente.
¿Qué quería decir Jesús cuando se refirió a “permanecer en mis palabras”? Una versión dice “continuar en”, otra dice “habitar dentro” de la revelación que El trajo del Padre, y otra “ser fieles” a lo que El había dicho. Juntando estos pensamientos vemos que el vivir lo que creemos que el Padre habló por el Hijo es la clave del discipulado. El autor de Hebreos empezó su carta diciendo que Dios, habiendo hablado a los padres por medio de los profetas en muchos diferentes tiempos y formas, en estos últimos días nos ha hablado por medio de Su Hijo, como Su Palabra autoritativa y más clara. El discípulo acepta, cree y practica como su norma lo que Cristo dijo. Y claro está, no se aparta de esa Palabra para seguir otro evangelio u a otro Jesús u otro espíritu del que había recibido (II Cor. 11:1-4). Continúa en ese mensaje de Cristo porque es la verdad que le hace conocer a la Verdad en Persona, el Libertador mismo.
Es un escándalo cuántos cristianos NO practican continuamente la costumbre del tiempo con Dios. ¿Por qué? Se creen capaces de vivir diariamente por sus fuerzas (la carne disfrazada como buenos propósitos, una consciencia iluminada y conocimientos de las Escrituras, buenos libros, etc.) en vez de permanecer en Su Palabra. Deberíamos tener una desconfianza total en nuestras fuerzas. Debemos tener una consciencia de nuestra necesidad del alimento, de la sustancia vital para nuestras almas: la verdad expresada en las Escrituras dadas para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia para que el hombre de Dios sea perfectamente equipado para una vida santa y útil al Señor (II Tim. 3:16,17).
Yo nunca he conocido a un cristiano libre del pecado, que desanima tanto, que no era fiel y constante en su tiempo con Dios diario. He conocido a muchos que viven tropezándose, cayéndose y arrastrándose que NO tienen esa costumbre. Luego se preguntan por qué están tan desanimados. Nunca vamos a progresar en la vida de victoria sobre el pecado si no aprendemos a permanecer en Su Palabra.
En la Primera Carta de Juan, el apóstol trata este tema ampliamente. En el primer capítulo nos muestra qué la comunión con Dios, que él describe como “andar en luz”, es esa libertad de pecado. También nos muestra qué hacer cuando caemos: confesarlo y seguir caminando con El en una vida que resulta así: “andar como El anduvo”. ¿Cómo? Permaneciendo en El que es la Verdad. En el capítulo 3 dice que “todo aquel que permanece en El no peca”. Es el mismo verbo que usa en los versículos siguentes para mostrar que el que hace (continuamente, o sea, practica) el pecado no es un cristiano verdadero, todavía es del diablo; y el que hace (practica) la justicia sí es justo como su Señor es justo.
Pablo aprendió a andar en el Espíritu para no andar en la carne cuando aprendió a pensar los pensamientos del Espíritu y no los de la carne. Así pudo usar armas espirituales para traer cada pensamiento cautivo a Cristo Jesús (II Cor. 10:3,4). Las armas de la Palabra y la oración logran estas victorias cuando estamos permaneciendo en la Palabra escrita y la Palabra Viva. Cristo mismo es el Verbo/la Palabra en Persona.
No me canso de repetirlo: sin el tiempo con Dios diario es muy improbable que nosotros podamos permanecer en El y en Su Palabra para ser libres por la Verdad. Yo sé que esto es algo que todos sabemos, pero ¿lo estamos practicando? ¿Cómo podemos aprender de El sin esto? ¿Cómo podemos ser como El es sin esto? Nos toca a cada uno contestar estas preguntas honestamente delante de Dios.

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