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viernes, 31 de julio de 2009
Dejando el Mundo fuera
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8).
“No es el barco en el agua sino el agua en el barco que lo hunde. De la misma forma, no es el Cristiano en el mundo sino el mundo en el cristiano que constituye el peligro. Cualquier cosa que ofusca mí visión del Señor Jesús, o me aleja del placer de estudiar la Biblia, o paraliza mi vida de oración, o dificulta mí trabajo cristiano, no es conveniente para mí y yo debo rechazarla.” (J. Wilbur Chapman)
¿Qué lugar ha ocupado el mundo en nuestra vida? ¿El lado externo o interno? ¿Hemos, como cristianos, repelido todas las trampas que el mundo ofrece, por más brillantes y seductoras qué sean? ¿Hemos comprendido que nuestro
testimonio necesita glorificar, en todos los aspectos, el nombre del Señor?
Muchas veces cedemos a las tentaciones creyendo que nuestro “pequeño pecado” no tendrá ninguna influencia en nuestra vida espiritual. Creemos de esa forma y estamos
completamente engañados. Un grande alejamiento de Dios comienza por un pequeño paso a pocos centímetros de Él. Y cuanto más lejos estamos del Señor, más difícil se vuelve el regreso a Su presencia donde existe amor, cariño y todas las
bendiciones de que necesitamos para una vida abundante, feliz y eterna.
¿Cuándo un barco empieza a hundirse? Cuando tiene algunos centímetros de agua en su interior. ¿Cuando un cristiano empieza a hundirse espiritualmente? Cuando un pequeño pecado se instala en su corazón. Si el capitán logra con éxito detener la entrada de agua, el barco se habrá salvado. Si el cristiano rechaza el pecado tan pronto como él intenta encontrar espacio en su vida, no correrá el riesgo de
alejarse. Usted puede vivir en el mundo, pero no lo deje que el mundo viva en usted.
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